Las redes sociales estuvieron a punto de colapsar las semana
pasada con el lanzamiento oficial del tercer tráiler perteneciente a “Batman
Vs. Superman: El Origen de la Justicia”. A diferencia de lo ocurrido con otros
avances previamente distribuidos, la reacción entre fanboys e internautas fue, por decirlo de alguna manera, menos
entusiasta. De hecho, en algunos de ellos fue tan adversa como para llevarlos a
hacer pública su negativa a pagar el boleto cuando se estrene en 2016. Todo por
un mero avance de menos de tres minutos. Lo anterior es solo el más reciente
ejemplo de un triste fenómeno que no muestra señales más que de continuar
creciendo: la alabanza o lapidación instantánea de un largometraje entero con
base a su tráiler promocional. Tráiler que, en la mayoría de los casos,
consiste en una selección de escenas editadas de una manera que poco o nada tiene
que ver con el orden y significado real de los acontecimientos dentro de la
trama. La descalificación se resiente todavía más al encontrarse aderezada de corrección
política. Casi un mes atrás, el primer avance de “Zoolander 2” fue blanco de notorias protestas a partir de una
escena mostrando a un supermodelo de aspecto andrógino; bajo el alegato de
constituir una burla estereotípica y deliberada hacía la comunidad
transexual.
La realidad es que no tengo manera de saber si “Zoolander 2” es transfobica por la
misma razón debido a la cual no tengo la menor idea respecto a si este vistazo
de “Batman Vs. Superman: El Origen de la
Justicia” acaba de mostrarme lo único que vale la pena acerca de ella: NO
HE VISTO AÚN NINGUNA DE LAS DOS. No las conozco. Llámenme loco, pero hasta este
momento vivía bajo el entendido de que el primer y más importante requisito
para estar en posición de juzgar algo es conocerlo. O por lo menos hacer un
esfuerzo encaminado hacía lo mismo. Y sin embargo, aquí estamos; en una época
en la cual haber visto una película de principio a fin parece ser lo menos
importante para hablar sobre ella. Donde su presencia o falta de meritos han
sido decididas de antemano; como un tribunal donde el veredicto siempre llega
antes que la evidencia. Donde críticos profesionales son a menudo presionados
para redactar su opinión sin haber entrado siquiera a la sala. En el que bloggers no escatiman berrinches después
de leer guiones filtrados de proyectos en desarrollo que terminan siendo
falsos. No voy a fingir jamás haber sucumbido ante la seductora tentación de disfrutar
una muestra de lo que un futuro estreno me depara. Después de todo, ¿no es
acaso el acceso fresco a un primer avance o a un cartel recién colgado parte del
delicioso juego que es la experiencia cinematográfica? ¿Cuántos no recordamos aquel
cosquilleo de adrenalina, dejándonos en claro que nos encontrábamos no sólo
frente a la expectativa alrededor de una película, sino también alrededor de un
sueño? Y aún así, no tengo miedo en afirmar que cualquier persona con un mínimo
de dos neuronas dentro del cráneo estará de acuerdo conmigo en que el no poder
(o querer) discernir entre sueños y realidad, aunque atractivo, difícilmente puede
ser saludable. Los tráilers han
dejado de ser una herramienta de marketing
para convertirse en aperitivos sobrecargados poniendo en juego nuestra
capacidad de degustar el plato principal. Y lejos de apuntar el dedo hacia
estudios o distribuidores, deberíamos mirarnos en el espejo. Porque mientras
insistamos en este inmaduro afán de querer ver los arboles y no a todo el bosque,
de fundamentar el pensamiento fílmico en términos de avances en lugar de obras
terminadas, ese sueño recurrente se tornará en pesadilla.
Dicen por ahí que las primeras impresiones son
muy importantes. Cierto; siempre y
cuando no las hagamos definitivas.
*Publicado el día de hoy Viernes 11 de diciembre de 2015 en "La Jornada Maya": https://www.lajornadamaya.mx/2015-12-11/Los-ojos-de-la-bestia
*Publicado el día de hoy Viernes 11 de diciembre de 2015 en "La Jornada Maya": https://www.lajornadamaya.mx/2015-12-11/Los-ojos-de-la-bestia
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