Marshall Fine, crítico
profesional de cine, recibió amenazas de muerte en su blog durante el verano de
2012. ¿Qué crimen cometió para merecer tal repudio? Simple. Fue el primero en
publicar una crítica negativa de “El
Caballero de la Noche Asciende” (The Dark Knight Rises, 2012),
contribuyendo a romper el status
favorable de 100% que gozaba en el sitio Rotten Tomatoes. La hostilidad llegó
al punto de que tuvo que retirar la crítica y clausurar la sección de
comentarios en su blog. Interrogado al respecto, se resignó a
responder: “Es parte del oficio”.
Desde luego. Es parte del oficio.
Es parte del oficio ser llevado a la hoguera por una opinión. Es parte del oficio
que millones de desconocidos que jamás te han visto en persona ni han sostenido
contigo una conversación juzguen tu credibilidad profesional a raíz de no haber
ensalzado a ciertas películas como si fuesen el más grande invento desde el
aire acondicionado en los camiones públicos. Si; ser odiado es parte de ser un
crítico. ¿Y por qué habría de sorprendernos? En una era donde una conferencia de Stephen
Hawking obtiene 2,117 visitas en You Tube mientras que un gato siamés oliendo
los gases de una monja filipina con sobrepeso interpretando un desentonado cover de “Let It Be” recibe más de un
millón, ¿no es bastante obvio que el Internet sea el último lugar razonable para
establecer un serio intercambio de ideas?
Sin embargo, la verdadera raíz
del problema radica en el hecho de que nadie sabe en realidad qué es lo que
hace un crítico de cine. Y cuando digo “crítico”, no me refiero a cualquier fanboy con ínfulas de sabelotodo que por
el mero hecho de haber tomado un cursillo de cinco días sobre apreciación cinematográfica
en algún centro cultural desconocido ya se siente con derecho a ser tratado como el nuevo Roger Ebert. Hablo de alguien que ha dedicado su vida a
conocer películas de todos los géneros, épocas, nacionalidades, estilos, formas,
colores, texturas, dimensiones y niveles de calidad para desarrollar una visión
más allá de lo que a simple vista es presentado en pantalla. Alguien que lleve
de la mano al espectador a través de lo excelente, lo bueno, lo malo y lo lamentable
por medio de su conocimiento. No para pontificar o decirle qué es lo que debe
ver, sino para animarlo a desafiar lo
que siempre creyó saber sobre el cine, contribuyendo a verlo con ojos diferentes.
Por desgracia, muchos auto-llamados “críticos” reflejan justamente lo contrario;
logrando únicamente que los estereotipos respecto a la profesión sean todavía
más difíciles de erradicar. A lo largo de mi experiencia como crítico para el "Diario de Yucatán", llegué a toparme con una
lista tan larga de ellos como para llegar a un kilómetro. Sin embargo, las que más
parecen rehusarse a morir son las siguientes:
1.- EL CRÍTICO VE CON EL CEREBRO Y NUNCA CON EL CORAZÓN: Que no
sentimos las películas; sólo las analizamos. Que únicamente tomamos en cuenta lo técnico
(iluminación, encuadres, edición, etc.) sin dar espacio a
las emociones que transmiten. Quien crea de verdad esto no sólo ignora cómo
funciona el proceso de la crítica, sino también el de la psicología humana. ¿No
se supone que una asimilación emocional es generalmente acompañada, en mayor o
menor medida, por una intelectual?
Difícilmente funciona una sin la otra.
2.- EL CRÍTICO SIEMPRE ESPERA LO PEOR DE UNA PELÍCULA: Quién espera
siempre lo peor en el cine es probable que espere siempre lo mismo de cualquier
otra cosa. Gente con ese perfil no
escribe críticas; se deja caer desde la ventana en un octavo piso. ¿Qué sentido
tiene invertir dos horas de tu vida en algo que (supuestamente) sabes de antemano que será un fiasco? Contrario a lo que se cree, los críticos
AMAMOS las películas. Y aunque nunca entramos a una sala esperando una epifanía
o experiencia religiosa, en la mayoría de los casos lo hacemos esperando algo
que valga la pena. No criticamos películas por no tener fe en ellas. Las criticamos
por tener demasiada.
3.- EL CRÍTICO ES UN CINEASTA FRUSTRADO Y AMARGADO: Existe una
diferencia entre la capacidad de hacer algo bien y la capacidad de juzgar que
tan bueno es alguien haciéndolo. Salvo por el conocimiento teórico y
referencial para avalar una postura, saber dar instrucciones a un actor o
manejar una cámara no constituye ningún requisito. De la misma forma en que no
es requisito ser alemán para hablar sobre Hitler o ser cazador de ballenas para
leer a “Moby Dick”.
4.- AL CRÍTICO SÓLO LE GUSTA VER PELÍCULAS “ARTÍSTICAS” Y DESPRECIA LO
COMERCIAL: Cómo ya mencioné, un crítico que se dé a respetar verá de TODO
para esperar de TODO lo mejor posible. ¿Hay preferencias personales? Desde luego. ¿Prejuicios? Somos humanos. Además, un prejuicio con fundamentos es mejor que un prejuicio a secas. Por otro lado, el verdadero crítico nunca busca encajar con la opinión pública. Su único
compromiso es con la película misma y la reacción que le
genera. Y refiriéndome a “la película misma”, hablo de la presencia o ausencia objetiva
de méritos narrativos y estéticos en ella. Hay cosas que no están sujetas a
gustos u opiniones.
Para concluir, tengo una
noticia que será difícil de creer: nadie está obligado a darle la
razón a los críticos. De hecho, estamos más que felices de que nuestro público
nos desafíe. Que nos exija demostrar que no estamos equivocados. Hacemos
convocatoria a estar en desacuerdo. A que mediante la retro-alimentación, el diálogo
y dosis saludables de controversia contribuyamos a formar poco a poco una
visión mucho más crítica y menos cimentada en lo que nos gusta y no nos gusta.
Es por eso que estamos dispuestos a soportar los rechazos, insultos y
descalificaciones que hagan falta por parte de ustedes. A resignarnos a ser los villanos que todos
aman odiar.