En México, y sobre todo en Yucatán, ser fan de Monty Python
puede ser algo solitario. Extremadamente solitario. Solitario como un funeral
con un único doliente. O como un equipo de
soccer con nadie más que un seguidor gritando en el estadio. O una fiesta a
la que todos fueron invitados y eres el único que se molestó en asistir. Puede
que haya una o dos almas en el salón, pero llegaron como invitados de los otros
invitados. Lo cual es una pena, porque querías conocer gente interesante y ninguno
parece serlo. Uno de ellos trae lentes oscuros. Y sólo dos clases de personas usan
lentes oscuros en espacios cerrados: los faroles y los ciegos. Como Stevie Wonder.
No por farol, sino por ciego. Stevie Wonder es todo menos un farol. Jamás me
atrevería a llamar “farol” al autor de canciones como “I Just Called To Say I Love You”. Y “Feliz Navidad”. No, momento…ese es José Feliciano. Que también es
ciego. Y que SI me parece un poco farol. Digo, ¿quién le manda ir a grabar un cover de “Light My Fire” en guitarra acústica? Ahora que lo pienso, Jim
Morrison también era farol. Aunque veía perfectamente. Pero no cuando andaba en
sus “viajes”. En fin… ¿en qué estaba? Ah, sí. Monty Python. El más grande repertorio cómico en el mundo que
Mérida no conoce re-estrenó este mes en cines de Estados Unidos la pieza más
popular de su filmografía, en conmemoración del cuadragésimo aniversario de su
estreno: “Monty Python & El Santo
Grial” (Monty Python & The Holy Grail). Conocida en España como “Los Caballeros de la Mesa Cuadrada y sus
locos seguidores” y consistente en viñetas o sketches parodiando las historias míticas del Rey Arturo, le dedico
hoy estas líneas resignado a la certeza de que menos del 2% de quienes leen tendrán
idea sobre a qué me refiero cuando hablo de conejos carnívoros, caballeros diciendo
siempre “Ni” o el motivo por el que las mujeres acuáticas repartiendo espadas
no conforman una base legitima para crear un sistema de gobierno. Cuando estoy
en una sala de espera y, por algún designio de las circunstancias, alguien
decide sintonizar en la televisión un reportaje sobre golondrinas en Animal Planet, es frustrante ser el
único mordiéndose los labios mientras lucha inútilmente por no pensar en la
velocidad a la que deberían volar cargando un coco entero con su peso. Y hasta
hoy, cuando me involucró en una riña, no encuentro a una persona que reaccione
con furia en vez de perplejidad al ser maldecida con el epíteto: “!Tu madre era un hámster y tu padre olía a
moras silvestres!”.
Más extraño aún es encontrar a alguien con quien poder intercambiar
anécdotas sobre las peculiares condiciones de su rodaje. Como el hecho de que,
a falta de dinero para rentar caballos, se decidió que Arturo y su sequito
avanzaran a pie con escuderos detrás de ellos simulando el efecto sonoro de los
galopes. Que la cámara se rompió en la primera toma del primer día. O que Graham Chapman, el actor principal, fue
incapaz de realizar una de las escenas más importantes por estar sufriendo de delirium tremens. Pero quizás lo más
triste que difícilmente puedo compartir con este hipotético espíritu afín es el
grado de entusiasmo ingenuo, pretencioso y salvaje con el que los Python se dieron a la tarea de crear
una obra de proporción épica a partir del minúsculo presupuesto en sus manos,
recién salidos de la caja chica y neófitos en la producción cinematográfica. Pocas
películas personifican de manera tan contundente la idea de que la mejor forma
de aprender cómo hacer algo es, efectivamente, haciéndolo.
Esto no es un editorial. Es una invitación a
cualquiera que ya este cansado de sentirse sólo en sus carcajadas. Esta semana,
con “Star Wars: Episodio XVII” y el
aniversario de “Volver Al Futuro”
acaparando el monopolio geek en las
redes sociales, los seguidores del Santo Grial debemos hacernos escuchar con fuerza.
Ellos tienen sus sables de luz; nosotros nuestros cocos. Tienen a un Delorean;
nosotros a un conejo gigante de madera. De modo que los invito a regocijarse en
nuestra celebración. Aunque traigan lentes oscuros.
*Publicado el 23 de octubre de 2015 en "La Jornada Maya"
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