En una entrevista radiofónica de 1985, a Jerry Harvey,
programador de la estación de televisión “Z
Channel”, se le preguntó si tenía otros intereses en la vida además del
cine. Con risa nerviosa y semi-autoconsciente, el entrevistado respondió: “¿Qué
quieres decir?” Desde 1981, año en que asumió su control, Harvey posicionó al “Z Channel” no sólo como el primer
canal de cable especializado en programación cinematográfica sin censura y sin
cortes comerciales, sino también como espacio para el consumo sin fronteras de
películas entre todos aquellos que, como Harvey, no comían, dormían o respiraban
otra cosa que no fuese cine. Cubriendo un amplio espectro de las más diversas y
variopintas opciones en épocas, géneros,
corrientes, estilos, autores, nacionalidad y niveles de aceptación popular, tan
amplia como para evocar la imagen de una autopista extendiéndose hasta el infinito,
pasó a significar para una generación entera de californianos (muchos de ellos
futuros cineastas) la única forma de acceso a un menú pudiéndose darse el lujo
de abarcar desde blockbusters
hollywoodenses que todo el mundo y su abuelita ya conocían como la palma de su
mano hasta el mal llamado “cine de arte” europeo (Fellini, Antonioni, Bergman,
Godard y cualquiera de los acostumbrados a incluirse en el mismo grupo), documentales,
producción latinoamericana e iberoamericana, lo mejor de “bollywood”, cine mudo antes del Código Hays, todas las formas concebibles
de “exploitation”, “soft-porn”, serie B, Serie Z…podría enumerar
la lista completa; pero por desgracia tengo una columna que escribir.
Traigo esto a colación después de haber encontrado y
disfrutado, gracias a una referencia proporcionada por mi amigo Jorge Carlos
Cortázar Sabido, el documental “Z
Channel: Una Magnifica Obsesión” (Z Channel: A Magnificent Obsession,
2004); mismo que es dirigido por Xan Cassavetes y relata en detalle la historia
personal de Harvey, así como el camino recorrido por su canal para
transformarse en este oasis ecuménico de degustación fílmica. A pesar de que la
factura del trabajo difícilmente parece preocupada por trascender el ya
rebasado formato de entrevista en “cabeza parlante” con el que durante un
tiempo fue común asociar al cine documental, es la pasión obsesiva de Harvey lo
que me impulsa a dedicarle estas líneas. Y el motivo por el cual considero a
esta clase particular de pasión merecedora de mi tiempo y mi esfuerzo es tan
simple como triste: en muchas plataformas o espacios actuales de acceso público
al séptimo arte, sean en físico o en digital, suele brillar por su ausencia. Para
alguien como Jerry Harvey, organizar la programación diaria de “Z” iba más allá de simplemente rellenar
o alimentar un itinerario. Era una cuestión de visión. Y sobre todo, una
cuestión de sensibilidad. Harvey no seleccionaba las películas a transmitir
siguiendo consideraciones como time slots,
ratings o sectores demográficos. Lo
hacía en función de llevar a quién fuera que estuviese sintonizando en ese
momento algo que jamás hubiese visto antes; o por lo menos que jamás hubiese
imaginado que existía. Era como participar en una exploración de buceo a las
profundidades de un océano para traer hasta la superficie un cofre de tesoros
perdidos. Títulos que de otra manera habrían languidecido en el anonimato. Fue
a mediados de los años setentas, cuando el concepto del “Director´s Cut” no había sido secuestrado aún por los mercadólogos
detrás de cada re-edición en DVD y Bluray, que la iniciativa tenaz de Harvey
fue instrumental en lograr que el corte completo de “La Pandilla Salvaje” (The Wild Bunch, 1969) con sus 145 minutos
intactos pudiese ser visto a través de una proyección en los Ángeles y aderezada
con la presencia de su director, Sam Peckinpah. Más adelante, con aprobación de
Michael Cimino, “Z Channel” era el
único espacio para disfrutar los 219 minutos de “Heaven´s Gate” (1980); logrando tanto darle la distribución
honrosa que le fue negada en los cines como convocando exitosamente a una
re-evaluación de sus aciertos y desatinos.
¿Y qué decir de otras obras quizás un poco más oscuras como “Images” (1972) de Robert Altman y “Overlord” (1975) de Stuart Cooper, o
títulos notorios como “Salvador” (1986)
de Oliver Stone; todos ellos debiéndole el haber podido encontrar un público a
la visión de Harvey?
Vivimos en un mundo donde nos encanta fanfarronear lo mucho
que contamos con “Neftlix” para todo
el entretenimiento que podamos desear. No precisa o exclusivamente cine, pero
sí entretenimiento. Tal y como ha sido en el paradigma establecido desde que la
videocasetera irrumpió por primera vez en los hogares, es el usuario quien
tiene el poder. Pero al igual que como ocurre con cualquier otro poder, es
necesario aprender a usarlo con seriedad, imaginación y espíritu aventurero.
Quisiera pensar que aún puede ser concebible la idea de que los programadores
como Jerry Harvey, a la usanza de maestros, guías o catadores comprometidos,
constituyan el factor decisivo en dicho aprendizaje.
*Viernes 15 de julio en "La Jornada Maya": https://www.lajornadamaya.mx/2016-07-15/Cubriendo-un-amplio-espectro
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