¿Cómo definir a Buñuel?
¿Qué adjetivo asignarle para adquirir una visión panorámica de su vida y
su cine? ¿Qué etiqueta o mote, si se
quiere ver vulgarmente, para brindarle una idea a cualquier neófito respecto a
lo mismo? Pero sobre todo, ¿cómo catalogarlo a nivel histórico, cultural o
geográfico? Cuestiones harto complejas; tomando en cuenta que, tal y como la
evidencia permite entrever, a treinta y tres años de su muerte por cumplirse a
finales de este mes, difícilmente existe una versión única y definitiva.
Don Luís, el hombre de carne y hueso, llega al mundo a través
de la provincia española de Calanda. Sin embargo, Buñuel el realizador
constituye una invención francesa. La afición por el séptimo arte surge en
Madrid, cuando todavía forma parte de la hoy en día famosa Residencia de
Estudiantes; contando con la buena estrella de coincidir junto con otros dos futuros gigantes de la cultura ibérica:
Federico García Lorca y Salvador Dalí. Sin embargo, la confirmación de la vocación
para el mismo se da sin duda alguna en Paris, a partir de su incorporación al
movimiento surrealista de André Bretón con “Un
Perro Andaluz” (1929) y “La Edad de Oro” (1930). Y sin embargo, es en
México, exiliado voluntariamente de su tierra natal e inmerso hasta el cuello
en las convenciones tanto melodramáticas como artesanales de la insistentemente
llamada “Época de Oro”, donde surge “Los
Olvidados” (1950); cinta que consigue colocarlo en la mira a una escala
internacional (en buen y mal sentido). Pero como si eso no fuera suficiente,
recordemos, o en su caso tomemos en cuenta, que la que por mucho merece recordarse
como la más polémica y subversiva de sus obras, “Viridiana” (1961), además de la distinción de haber sido condenada
abiertamente por el Vaticano, cuenta con la de haberse podido realizar dentro
de España y durante pleno régimen franquista.
Y, por supuesto, ¿cómo atreverse a olvidar siquiera su segundo periodo
francés anclado en la década de los setentas, en el cual, con el beneplácito
del empresario franco-polaco Serge Silberman en la producción y la colaboración
de Jean Claude Carriere en la escritura de guiones, ejemplos desbordados de
excentricidad y desfachatez fueron posibles en “El Discreto Encanto de la Burguesía” (1972), “El Fantasma de la Libertad” (1974) y “Ese Oscuro
Objeto del Deseo” (1977)?
Advirtiendo la manera en que estuvo alternando a lo largo de
su vida y de su carrera entre tres países distintos, tres culturas distintas, y
por consiguiente, tres estadios diferentes de su propia historia, como alguien
quitándose y poniéndose constantemente tres diferentes sombreros para
diferentes ocasiones, a nadie debería tomarle mucho tiempo caer en la cuenta de
que, tanto a su cine como a él mismo, las definiciones o etiquetas no le hacen
falta ni el más mínimo favor.
*Publicado el Viernes 8 de Julio en "La Jornada Maya": https://www.lajornadamaya.mx/2016-07-08/Los-ojos-de-la-bestia
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