Esta semana marca el lanzamiento de la “Edición Definitiva”
de “Batman Vs. Superman: El Origen de la
Justicia” en Blu Ray. Sí, sí; ya sé…reconozco que últimamente le he dedicado
más espacio del que en realidad merece. Pero hoy no escribo las siguientes
líneas para hablar sobre la película en sí. Escribo más bien para resaltar el
hecho de que este nuevo corte presume de 30 minutos omitidos de la versión originalmente
distribuida en cines. Escribo para cuestionar por motivos que considero
legítimos a los reportes que señalan a esta versión como evidencia de una
considerable compensación de los huecos narrativos en cuya existencia tanto
críticos como fans renuentes parecen concordar. Escribo para convocar a una
reflexión en torno a qué tanto crédito se le puede dar a las aseveraciones de
que esta “Edición Definitiva” representa la reivindicación creativa de
realizadores como Zach Snyder; la pieza que falta para terminar de cimentar la
narrativa popular del artista visionario dándose golpes contra el sistema de
Hollywood con “S” mayúscula; bajo la cual toda queja respecto al grado de
satisfacción con el producto final debe ser atribuida no a las decisiones del
fabricante, sino a las de sus superiores en traje y corbata escondiéndose debajo
de sus escritorios. En suma, escribo para establecer una brecha de
discernimiento crítico en relación a tres distintos escenarios donde, en mi
opinión, es común que opere el concepto del “director´s cut” (“corte” o versión del director): en calidad de
sanación de la obra, de explotación mercenaria de la misma y de pretexto para
re-direccionar culpas y responsabilidades después del hecho.
Para brindar mayor claridad a los puntos que intento establecer,
me permito introducir un poco de contexto. A diferencia de lo que muchos
imaginan, una película no se “escribe” una, sino varias veces. La última de
ellas se da en la edición; etapa donde se determina su duración y forma definitivas.
Se da por entendido que el corte editado y enviado a la cartelera local se
trata de la versión con la bendición formal del realizador. Sin embargo, cualquier
parte involucrada en el financiamiento del proyecto (productores,
inversionistas, distribuidores, etc.) cuenta con derecho a imponer cambios en
la edición que, a su modo de ver, ayudarán a que la película cuente con mayor
atractivo comercial. Dichos cambios a menudo pueden incluir un final más
positivo, menos ambigüedad en la trama y omisión de escenas explicitas que la predispongan
a una clasificación restringida para la admisión de menores de edad; limitando así
el prospecto de un mayor número de proyecciones en cada sala. La “versión del
director”, con la totalidad de escenas, diálogos, nivel explicito y otros elementos
según la visión del autor, rara vez logra llegar a la luz del día porque pocos
directores cuentan con el privilegio del “final
cut” (corte final); es decir, el poder irrevocable de decisión respecto al
corte oficial que acabará siendo visto por el público.
Las batallas entre creadores y ejecutivos por este derecho no
han sido pocas ni sutiles. Basta recordar que, a mediados de los ochentas, Terry
Gilliam compró una plana entera en “Variety” para ejercer presión pública sobre
Sid Sheinberg, presidente de Universal Pictures, con tal de que accediera a
estrenar comercialmente su versión de “Brazil”
(1985) con 142 minutos. Sergio Leone, por otro lado, tuvo que irse a la
tumba insatisfecho del corte con que “Erase
Una Vez en América” (Once Upon a Time in América, 1984) debutó en un principio;
habiendo sido ensamblada por un comité incapaz de pensar en términos más allá
de la mera narrativa lineal. No obstante, tampoco olvidemos que fue esta misma década
la que atestiguó el advenimiento del mercado home video (Betamax, VHS, DVD); y con él, la transfiguración del
“final cut” en una preocupación mercadológica antes que artística. Si “Blade Runner” existe tanto en su
versión de 1982 como de 1993, se debe a que únicamente tras descubrir las
señales de su lucrativa segunda vida en video fue que las cabezas de Warner
Bros. decidieron que no les implicaba ningún daño hacerle saber al mundo que
los unicornios solían ser un elemento importante en la historia. Gracias a éste
y otros casos, el concepto se trastocó en sinónimo de una versión más larga de
la misma película, y por consiguiente, “mejor”. Pero, ¿cuánto de lo que se
re-incorpora, en teoría por iniciativa del director, perfecciona o fortalece la
repetición de la experiencia? ¿En verdad necesito ver un segundo encuentro en
la edición redux de “Apocalypse Now” (1979) con las
conejitas de Playboy? ¿Es la versión de “Heaven´s Gate” (1980) con 149 minutos,
que Michael Cimino re-editó y re-estrenó personalmente al darse cuenta de la
monumental metida de pata que fue su corte original de 219 minutos, suficiente
para un modesto lugar en el purgatorio de la posteridad cinematográfica? Me
alegra que Oliver Stone haya tenido cuatro oportunidades para editar “Alexander” (2004). Pero aunque lo
hiciese un millón de veces, nada cambia el hecho de que Colin Farrell y
Angeline Jolie se ven tan creíbles en calidad de madre e hijo como un zorrillo
haciéndose pasar una cebra.
Asumiendo que las circunstancias de Snyder lo hagan merecedor de tanta simpatía
como Gilliam, espero que su “Edición Definitiva” refleje bien lo que se supone
que él tenía en mente. Sería una lástima que tanto esfuerzo y trabajo duro no
sirviesen más que como un ejemplo más de por qué tener el último corte no
equivale siempre a tener la razón.
*Hoy en "La Jornada Maya": https://www.lajornadamaya.mx/2016-07-01/Batman-vs--Superman--El-Origen-de-la-Justicia
No hay comentarios:
Publicar un comentario