Desde el momento en que “Batman
vs. Superman: El Origen de la Justicia” aterrizó en las carteleras de todo
el mundo, la recepción mayoritariamente negativa de la cual fue objeto dentro
de los círculos de la crítica profesional (al menos de la anglosajona) parece
haberse posicionado curiosamente en el centro de las conversaciones alrededor
de la película, ya fuesen virtuales y/o presenciales, por sectores que
acostumbran jactarse con orgullo de ser los últimos a quienes les conciernen
ésta clase de opiniones: Los fans y los
cineastas. Aunque muchos de los primeros no se cansaban de presumir cuanto la
disfrutaban a pesar de lo que espacios especializados como los de A.O. Scott en
el periódico “The New York Times” estipulasen
al respecto, no dejé de encontrar en redes sociales a siete u ocho de cada diez
de ellos reproduciendo ad nauseam
tanto los veredictos de Scott como de otros. Por otra parte, tanto el director
Zach Snyder como el elenco del filme no perdieron tiempo en defender
públicamente el honor de su producto ante las injurias de lo que apenas supuso
un rasguño para sus prospectos en taquilla; jurando y perjurando, a manera de
un desesperado mantra, que “no hacemos películas para los críticos, sino para
el público”. Con excepción de un ateo culpando a Dios de todas sus desgracias o
de un adolescente que acaba de escaparse de su casa en abierto desafío a sus
padres esperando a la vez que continúen dándole dinero, pocas veces me ha
tocado presenciar semejantes niveles de desacreditación y enaltecimiento
simultáneos.
Habiendo dedicado diez años de mi vida profesional a la
crítica cinematográfica en medios impresos y digitales, la división proclamada por Znyder ocupa hoy mis reflexiones.
“No es para los críticos, sino para el público”. En una era donde el espectador
promedio cuenta con tanta perspectiva respecto a las funciones de la crítica como
muchos heterosexuales suelen tenerla respecto a los gays, ¿cuántos de estos detractores se toman la molestia de intentar
entender quienes son o qué hacen? ¿Cuántos de ellos han leído a pioneros como Otis
Ferguson y James Agee, o a referentes un poco más contemporáneos como el propio
Scott, Mark Kermode y Leonardo García Tsao; lo suficiente para descubrir que, a
su propia manera buena, mala o indiferente, los críticos también forman parte
de ese público? Con el atrevimiento de parafrasear al Cisne de Avon para el beneficio
de mi argumento, Hath not a critic eyes?
(“¿No tiene un crítico ojos?”).
No negaré que muchos de quienes marchan en dichas filas no
suelen hacerle justicia a la profesión; gozando de un inmerecido prestigio y
careciendo de una unidad de criterios más allá de los supeditados a los
conglomerados que los mantienen en nomina. Pero si en lugar de seguir arrojando
a todos y cada uno en la misma olla del estereotipo perpetrado por “Ratatouille” predominase una actitud de
investigación, contraste y discernimiento en relación a donde estuvo antes la
critica profesional de cine, donde se encuentra ahora y hacía donde parece
dirigirse, me siento con confianza para afirmar que sería posible hallar
algunas manzanas nutritivas al fondo del barril. Y más que lo anterior, comprender
que el verdadero crítico debe existir tanto para estimular como para dignificar
nuestra capacidad de pensar en torno al cine.
Entre aquellos que bien vale la pena leer, discutir y compartir,
existen cosas que no están sujetas a gustos ni opiniones. Su único compromiso
es con la película propiamente dicha y la reacción sincera que a ellos les
genera; tanto a partir de sus conocimientos como de la ausencia o presencia
objetiva de meritos cinematográficos en la misma. Los que se den a respetar siempre
estarán contentos de ver sus conclusiones desafiadas por el público. Es una
invitación al desacuerdo y todos están invitados.
*Publicado el 22 de Abril de 2016 en "La Jornada Maya": https://www.lajornadamaya.mx/2016-04-22/Los-ojos-de-la-bestia
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