La semana pasada recibí una noticia que me hizo sentir
emocionado por un gran número de razones. Me enteré que el tráiler del filme Rules Don´t Apply (2016), próximo a
tener su estreno mundial dentro del Festival del American Film Institute (AFI)
este 8 de noviembre, se encuentra disponible en la red. Hasta donde sé y
comprendo, esta comedia romántica de época dramatiza un triangulo amoroso ficticio
entre el millonario, aviador y productor hollywoodense Howard Hughes, un chofer
trabajando bajo su nomina y una de las muchas jóvenes starlets que Hughes famosamente mantenía retenidas en bungalows a lo largo de Los Ángeles para
su disposición personal (si entienden a qué me refiero con ello).
Quienes me conocen bien entenderán por qué tan solo esto
último ya es para un servidor motivo de celebración. Adoro las historias
inspiradas en personajes históricos. Adoro más aquellas en el Hollywood del Studio System (1920´s – 1960´s). Y de
manera muy particular, junto a Richard M. Nixon y J. Edgar Hoover, uno de los
personajes norteamericanos de los que más disfruto ponerme a leer, pensar y
hablar es, precisamente, Howard Hughes. Pero mí razón más importante para
celebrar no es ninguna de las anteriores. Es Warren Beatty. O siendo más preciso,
el retorno formal de Beatty a la pantalla; escribiendo, produciendo, dirigiendo,
y en este caso, interpretando al magnate de la aviación.
Dentro del ecosistema cinematográfico que nos rige hoy en
día, Beatty es como un tigre blanco de Siberia. Seductor, carismático,
implacable y uno de los últimos de su especie. Sobreviviente y representante de
un Hollywood en el que hacer películas no era cuestión de segmentos de mercado o
de cifras en un primer fin de semana, sino de imaginación a lo grande y de apuestas
de alto riesgo. Como Hughes, Beatty aborda cada proyecto al estilo de alguien
que pretende invertir el curso de una cascada. A menos que se trate de un gran desafío,
de ningún modo sentirá que vale la pena. Por si esto fuera poco, le gusta hacer
las cosas a su manera y tomarse el tiempo que crea necesario; lo cual explica los
prolongados intervalos entre cada filme que dirige y/o produce (Rules Don´t Apply es su primero en
veinte años). Otro aspecto que lo vincula con Hughes de manera profunda es la latente
y oblicua sombra de su legado. ¿Cuántos recordarán que fue su fama de Casanova
(otro atributo en común con Hughes) la que inspiró el argumento para What´s New, Pussycat? (1965); la comedia
que le dio al mundo el debut cinematográfico de Woody Allen? ¿O que, en una
década sin precedentes existentes de un actor convertido en productor,
estableció el primero con Bonnie &
Clyde (1967)? ¿O que está, quizás la más icónica de sus películas, fue responsable
no oficial de haber inaugurado la era del “Nuevo Hollywood” y de haber puesto
el último clavo en el ataúd del infame Código de Censura que hasta ese momento
había tenido que ser tolerado por la industria?
Finalmente, al igual que Hughes, se ha caracterizado por saber
colocar su dinero donde se encuentra su boca cuando de una visión personal se
trata. Cuando Warner Bros. se negó a brindarle distribución suficiente a Bonnie & Clyde en sus primeras semanas
de cartelera, Beatty amenazó con demandar al estudio. En plena Guerra Fría produjo
Reds (1981), drama sobre un escritor
comunista. No le importó deducir de su salario los excedentes presupuestales en
Dick Tracy (1990) con tal de crear lo
más cercano a un comic de carne y
hueso. Y ahora, a más de cuarenta años batallando por realizar un proyecto
sobre Hughes desde que quedó fascinado con la personalidad del millonario, mientras
prácticamente todos huyen despavoridos de cualquier cosa que no incluya sables
de luz o personajes con capa, Warren Beatty buscará salirse una vez más con la
suya y bajo sus propios términos. Eso es tener estilo. Eso es tener cojones. Es
atreverse a volar sin miedo y a lo alto.
*Publicado el Viernes 04 de Noviembre en "La Jornada Maya"
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